La tecnología abarca una multitud enorme de aspectos, desde algo tan básico como un martillo o una cuchara, hasta los modelos de inteligencia artificial generativa. No obstante, en los medios, en las tertulias digitales, en los blogs y en las redes, cuando se habla de tecnología, la conversación acaba girando en torno a los últimos avances en tecnología digital. Más allá de ignorar las tecnologías analógicas o mecánicas, sin las que sería imposible mantener nuestro modo de vida, la cuestión estriba en que la tecnología se ha convertido en un fin en sí misma, y no en lo que debería ser, un medio. Aunque hay que andar también prevenido en este último aspecto, dado que la tecnología que más avances genera siempre tiene clara que es un medio, pero un medio para el horror y la muerte, y es la tecnología militar.
Hubo un tiempo en el que yo, como toda alma pecadora e ingenua, cayó en las garras del pajarito azul, mutado más tarde, por la gracia divina de San Ellon, en el ya oscuro dominio de la X. Este se alza triunfante como nuevo símbolo del poder manifiesto de los pequeños hombres blancos con problemas de autoestima y carencias psicológicas. Esa nueva era en la que hemos entrado con regocijo indisimulado y vergonzoso a partes desiguales y en la que los de siempre lo seguirán pasando peor.
Y nada mejor para blandir la espada deformadora de los preciados algoritmos que formulando divagaciones propias del algoritmo natural que implica el pensamiento y su reproducción a través del siniestro sistema de teclear letras sobre un ruidoso teclado mecánico. Y tal y como prometía el título de este fragmento textual, efectivamente Pablo Iglesias, que en su día emergió de entre la turba del algoritmo azul, me seguía en Twitter.
Llevo años, muchos años, escribiendo, y en todos estos años he utilizado diferentes herramientas de trabajo para escribir. Después de toda esta experiencia, quiero compartir las aplicaciones y los lenguajes que utilizo actualmente para escribir, esperando que te sea de utilidad y centrándome en mis razones para utilizar siempre Markdown, teniendo en cuenta que no me dedico a nada vinculado a la tecnología ni la informática; mi campo de investigación es el arte y la educación y escribo mucho.
Así empiezan las llamadas telefónicas de verdad, con un Hola…, pero no un Hola cualquiera, despersonalizado, vacío, maquinal. Se trata de un Hola lanzado con suavidad, paladeado, para que pueda fluir sobre la distancia entre líneas que marca el espacio entre interlocutores. Un Hola… dejado caer, para que llegue a la otra persona y penetre con suavidad en las cavidades de su oído, hasta alcanzar al receptor de su cerebro y profundizar en su alma.
A pesar de todos los indicios, seguimos viviendo en mundo binario. Un mundo arrastrado por la dualidad, el enfrentamiento constante y permanente que te obliga a estar en uno de los dos extremos. La cuestión es muy tajante y cada vez más determinante en el ámbito de la polaridad política, que viene a ser insufrible, pero también es aplicable a otras problemáticas sociales como las vinculadas por el género sin ir más lejos. Especialmente, cuando asistimos a la absoluta desvergüenza permanente de una parte importante de la clase política, atada en corto a la militancia.